¿Te confieso algo? Nunca compro un libro sin leerme antes el último párrafo: si las últimas palabras del relato me llaman la atención, entonces compraré el libro y lo leeré intrigado por saber cómo llegaremos hasta ese final. Manías de uno. Admito que con las películas no hago lo mismo, queda más difícil. Sin embargo he aprendido a vivir con los spoilers, y a no arruinarme las películas por saber algún detalle previamente.
Con el estreno de la nueva entrega de Star Wars: El Despertar de la Fuerza, se ha despertado nuevamente la “spoiler-fobia”, en la cual parece que cualquier cosa que te cuenten de una película, serie de televisión, u obra literaria es un spoiler, y por lo tanto condenable. Igual que cuando se estrena una nueva temporada de Game of Thrones, o se editaba un nuevo libro de Harry Potter.
En internet podemos encontrar varias definiciones que nos pueden ayudar a darle alcance. Desde la “malquerida” Wikipedia hasta la irreverente Freakipedia, pasando por blogs, más y menos especializados, el promedio coincide en que el spoiler es cuando alguien te cuenta un detalle relevante que concluye o introduce un giro sorpresa. Y eso no es “cualquier cosa que te cuenten de la película”.
Apegándonos a la definición, podríamos sacar del saco de “cualquier cosa” la sinopsis que puedes encontrar en las reseñas, o que alguien pueda decirte cuando te hace una recomendación. Eso no es propiamente un spoiler. Tendríamos que sacar del saco los avances o trailers (sí, hay quienes consideran que los avances son spoilers “oficiales”). Ni en las sinopsis ni en los trailers encontrarás detalles concluyentes de la trama ni giros sorpresas; encontrarás datos que te enganchen y den curiosidad (si están bien hechos, por supuesto, pero eso es otro tema); ¿puedes encontrar datos que no sabías ni imaginabas? Por supuesto, pero dudo realmente que te arruinen la experiencia (que siempre es bueno precisar, “to spoil” es el verbo inglés para “arruinar”).
¿Dónde están los verdaderos “spoilers”?
Si revisamos cualquier lista de los grandes spoilers, en el sentido que define Marcelo Pisarro en su Teoría del Espoiler, completando el concepto de Roland Barthes: “verdaderos nudos del relato”, “que inauguran o concluyen una incertidumbre”, encontraremos que todos se encuentran a partir del final del segundo acto del relato. Nada de lo que nos cuenten antes de eso nos revelerá algún dato determinante para sorprendernos, como te lo sugiero en el gráfico de arriba.
Al mismo tiempo, podríamos trabajar el punto de la creciente “spoiler fobia” que plantea que ver una película o una serie sin saber absolutamente nada hace que te disfrutes más lo que ves, y lo contrario le quita el sentido a todo. Primero apuntaría que en la mayoría de los casos nadie ve una película sin saber absolutamente nada (aunque puedan defender este punto con vehemencia). Quizá, salvo el caso de que haciendo zapping nos quedemos con una escena que nos enganche y de verdad ni sepamos qué estamos viendo. Pero hablo de cosas que escogemos ver o leer. Siempre sabemos algo o inferimos algo, por mínimo que sea: el poster, el mismo título son vehículos de información.
Y la creencia de que los que no saben nada se disfrutan más la peli puede que sea infundada, tal cual lo propone este estudio de la Universidad de San Diego, reseñado hace años por Cinemania.es, en el cual resultó que el grupo de individuos que fueron “espoileados” sobre obras literarias se disfrutaron más lo leído que aquellos que leyeron sin saber nada.
Sobre lo anterior, recordemos que al fin y al cabo, el placer de una película está en verla, no en saber. Nada de lo que nos cuenten se compara a la experiencia de verlo efectivamente. Es otro nivel de estimulación. Tal vez por eso, hay películas que vemos una y otra vez, y que a pesar de que ya sabemos qué sucede y no hay “sorpresa” seguimos fascinados cada vez (los niños pueden decirnos mucho sobre eso).
Si quieres darle una oportunidad al spoiler, te recomiendo echarle un ojo a SPOILER ALERT, este libro simpático de Robb Pearlman que recopila grandes “anticipaciones” a películas clásicas, libros, series de televisión y hechos de la vida (porque, es obvio, en la vida también pueden “espoilearnos” y hay que estar alertas).
Foto de Andrea Piacquadio en Pexels