¿Conoces a alguien que habla con la boca cerrada? No, jajaja, no me refiero a los ventrílocuos sino a esas personas que hablan pero ves que apenas mueven los labios, sus dientes de arriba prácticamente no se separan de los de abajo, y no se les entiende bien lo que dicen. ¿Los conoces? ¿De repente y esa persona eres tú? Ya te digo por qué deberíamos evitarlo.
Hablamos gracias al aire
Sí, hablar no es otra cosa que aire que entra a nuestros pulmones y sale por nuestra boca. Normalmente relacionamos el tema del aire solo con la respiración: respirar abdominalmente permitiendo que el diafragma haga espacio para que los pulmones se llenen completamente. Esa es tan solo la primera parte.
La segunda es que también debemos permitir que ese aire salga adecuadamente. Si hablamos con “la boca cerrada”, o cerrando los dientes, tendremos algún inconveniente en articular correctamente letras y palabras, precisamente por la poca movilidad de la mandíbula.
Vocalización es la clave
Los ejercicios de vocalización tienen muchos propósitos. Los hay para respirar mejor mientras hablamos, para proyectar la voz, para mejorar la pronunciación de lo que decimos. También, para acostumbrarnos a hablar con la boca abierta y que el aire salga adecuadamente permitiendo articular correctamente y proyectar nuestra voz.
Intenta algunos ejercicios comunes, como el de mirarte al espejo y leer un texto abriendo la boca un poco exageradamente mientras hablas. O el clásico de ponerte un lápiz “mongol” entre los dientes y pronunciar las palabras lo mejor que puedas.
Recuerda, la premisa es dejar que nuestras palabras salgan completas y con fuerza. Comencemos por hablar ¡con la boca abierta!